Época: Arte Español del Siglo XVIII
Inicio: Año 1700
Fin: Año 1800

Antecedente:
Juan de Villanueva y la arquitectura neoclásica

(C) Pedro Moleón Gavilanes



Comentario

Su padre, el escultor Juan de Villanueva (1681-1765), fue uno de los fundadores y directores de estudios de la Junta Preparatoria y director honorario de escultura en la Academia ya formada. Diego de Villanueva fue director de arquitectura (1756) y de perspectiva (1772) en la misma Academia de San Fernando. Entre su escasa obra construida se cuenta la renovación interior de la iglesia de las Descalzas en Madrid (1756) y la reforma del palacio Goyeneche en la calle de Alcalá, para sede de la Academia de Nobles artes y Gabinete de Historia Natural (1773-74); sabemos que dio los proyectos para un nuevo Ayuntamiento de Badajoz (1756) y para acabar la obra de San Francisco el Grande, pero la importancia de don Diego para nuestro protoneoclasicismo se debe más a su aportación como escritor y teórico.
En este otro campo de su actividad, Diego de Villanueva fue encargado por la Academia en 1762 de redactar un curso de arquitectura que, en parte impreso con el título "Tratado de la decoración y hermosura de las fábricas" (1768), no llegó a difundirse. En 1764 publicó en Madrid su versión de la "Regla" de Vignola y más tarde su "Colección de diferentes papeles críticos sobre todas las partes de la arquitectura" (Valencia, 1766), dando a conocer en España el primer racionalismo francés al traducir a Cochin, Frezier y Blondel y el rigorismo italiano del conde Algarotti junto a sus propias especulaciones. Propone aires innovadores cuando recomienda la lectura de los "Elementos de Architectura" (Londres, 1624) de Henry Wotton, traducido al castellano por Juan de Laet en 1698. Dejó también dos cuadernos de dibujos fechados en 1754 y 1770, en los que demuestra su apego por los motivos ornamentales de flores y rocallas y por composiciones columnarias y centralizadas.

Arquitecto y escritor, don Diego escribe en sus "Papeles críticos" que la conveniencia "enseña a enlazar entre sí la fábrica con el fin que la hace emprender por este conocimiento un edificio consigue su entera perfección" (pág. 36). Y es la perfecta unidad entre economía, espacialidad interior y simetría exterior, "distribución, ordenación y proporción" en sus palabras, la que le permite valorar la bondad del resultado, "... por los exteriores juzgo cuál pueden ser los interiores" (pág. 37), y concluir: "...en cuanto veo fabricado no hallo un ejemplo que pueda ser en el todo modelo de la conveniencia en un edificio, y por consiguiente una verdadera arquitectura" (pág. 39). Idea en la que insistirá en otros momentos de sus textos hasta apuntar el mejor medio ilustrado para que aquella obra aflore: "...creo se llegará a imitar bien cerca la arquitectura griega y romana, debiéndose esta revolución a una juiciosa y fundada crítica, pues donde ella falta, las artes no pueden llegar a su perfección".